miércoles, 27 de mayo de 2015

VALORES UNIVERSALES

La declaración universal de los derechos humanos, en su artículo tercero, proclama que todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. Partimos de la base de que todos los seres humanos nacemos libres y no es admitido excluir a nadie.
El derecho de todo individuo a la vida va seguido de la proclamación del derecho a la libertad y a la seguridad, puesto que son complementarios. Uno tiene derecho a la seguridad que le permita moverse y actuar con libertad sin que su vida peligre por ello. Una vida auténticamente humana no puede verse privada de libertad. Esa libertad es la que dota a la vida de una dignidad especial. La dignidad que obliga a considerar a cada individuo como un fin en sí mismo, y no solo como un objeto susceptible de manipulación por otros.
De esto se deduce que no basta con ser libre. Es preciso ser igual a aquellos seres que viven dignamente. Lo que esto significa lo sabemos, aunque nos sea difícil definirlo. Eso es lo que aspira la justicia: a que la dignidad sea un bien para todos. Y a lo que aspira toda vida humana es a ser FELIZ. Para que todos los individuos puedan orientar sus vidas hacia ese fin que es la felicidad conviene que haya justicia, que estén mínimamente garantizadas la libertad y la igualdad de todos.
Cuando a un individuo no puede siquiera satisfacer sus necesidades básicas, carece de la condición fundamental e imprescindible para la felicidad. La vida no es puramente vegetal o animal tiene otras exigencias, y son esas exigencia las contenidas en el derecho a la vida.
Cuando hablamos de calidad de vida es porque aun tenemos la suficiente lucidez para darnos cuenta de que el desarrollo económico y tecnológico no implica siempre un desarrollo humano. Nuestro entorno se ve deteriorado, los bosques desaparecen, el agua no es pura, el aire es irrespirable, la vida urbana es caótica y ruidosa, el campo ya no es símbolo de riqueza.
¡Queremos calidad porque nos hacen falta demasiadas cosas, exigimos que sean buenas, que no nos den “gato por liebre” ni nos engañen! Exigimos calidad en los productos y en los servicios públicos y privados.
Pero… ¿a costa de qué? Incluso las vidas más primitivas pueden parecernos ya de mayor calidad que la nuestra por lo que tienen de genuino y de poco complicado. Nos damos cuenta de que el desarrollo es también despilfarro y retroceso en lugar de PROGRESO. Por eso se apoya la idea de una vida de calidad que sirva de freno a lo que, en realidad nos perjudica… 



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